miércoles, 27 de enero de 2010

ciudad


Te quiero ver prendida fuego
ardiendo desde tus entrañas


Quiero ver como te sacudís
para tratar de apagar las llamas
que consumen lo que fuiste


Que crujan y cedan Todas tus estructuras
y se derrumben…
mostrando un fantástico espectáculo de luces


y mientras agonizas,
que esa marea de gente,
aún con sus teas humeantes
que esa horda humana
con toda su creatividad
te haga nacer nueva


que te edifique desde tus cenizas
y espere…
serena…

martes, 12 de enero de 2010

8

Miró más de cerca, todavía no estaba seguro, y la distancia lo complicaba aún más. Toda su capacidad sensitiva fue reunida con un solo propósito: aguzar su vista.


Inclinó el torso hacia delante, apoyó las manos en sus rodillas (en ese momento el colectivo atravesaba un lomo de burro, por lo que su pose se vio alterada un par de segundos) y fijó su vista en ese espejo que no paraba de temblar.

Allí estaba ella: embelesada por la mano de algún dios, por una buena noche, o simplemente por un buen día, que hacía que su esplendor y su sonrisa la distingan de todas las demás. Un collar dorado con un dije de plata tentaba a los ojos a mirar su escote, a recorrer su cuerpo una y otra vez.

-: debe usar un perfume riquísimo, se decía para si mismo, mientras el chasquido de sus muelas le hacía recordar que no estaba solo, que estaba abriendo la boca de más, que quizá el vaho de sudor y colonias baratas lo hacían alucinar, y que quizá no era su entrepierna descubierta, sino una bombacha de encaje negra, y que debía levantarse y tocar el timbre para volver a pisar el asfalto, para volver a sentir el dolor en el arco de sus pies.

Cuando vuelva-pensaba al andar- cuando vuelva a casa, paso por alguna mercería y me compro de una vez por todas esas plantillas ortopédicas o con arco...esas plantillas que cambiarían mi vida o mi andar..... ¿no es lo mismo? ¿no es lo mismo la vida y el andar? ¿no es que se hace camino al andar? Cuando caminamos por las calles, cuando andamos por la vida, lo que nos identifica, lo que primero vemos del otro es su andar...

¿ y el destino? Si se hace camino al andar, estaríamos forjando nuestro propio destino, con los pasos que demos, hacia atrás o hacia delante, vamos construyendo nuestra vida, que no estaría predeterminada por nada... por nada más que nuestros pasos, por supuesto... siempre pensé que podría haber sido filósofo o poeta, ¿qué tal? Yo, dando conferencias, usando un traje gris, perfume de marca, diciendo lo que entiendo de la vida, y de mis lecturas, o escribiendo, saliendo en la tele en las presentaciones de mis libros, firmando autógrafos... no, creo que si hubiese sido poeta o filósofo sería de esos que no creen tanto en la imagen y que no piensan aislados de la sociedad sino inmersos en la misma, con la gente, si no somos mas que gente, solo que algunos acceden a la educación por los libros y otros por las calles, por la vida en carne propia y no lo que les cuentan de la vida pero... ¿no está lleno de filósofos y poetas?¿no nos cruzamos con ellos a diario, en todos lados?¿ y el colgante de esa mujer? Eso yo ya lo había visto en otro lado...en otro tiempo...

adentrado en su propios pensamientos, cruzaba por la plaza que estaba a solo unas cuadras de su casa; ya había olvidado que debía comprar nuevas plantillas, ya se había acostumbrado a su andar, cuando bajó la vista al patear una piedra sin intención, y notó que los cordones de la zapatilla derecha, se habían desatado. Me parece que voy a tener que atarlos, no me queda otra, pensó y subió el pie derecho al banco de cemento apostado en el costado derecho de la plaza, banco que esperaba repleto de nombres y corazones, plasmados por los “amantes de Liquid Paper”, esos amantes que no tienen lugar en las novelas pero que matan por amor.

El calambre llegó sin aviso. Ese arco pedía una plantilla a gritos, y él no tuvo otra salida que hacer lo que la costumbre le obligaba: dejar el pie en esa posición unos segundos, sufrir un rato, sentir el dolor de la dejadez, de la falta de cariño personal, y estirar el pie lentamente, hasta que el dolor sea una nota amarilla pegada en la heladera, hasta que el dolor sea solamente un recuerdo.

Ahora estaba listo: tiró de sus cordones con ambas manos, acomodó la lengüeta y tiró nuevamente. Hizo un nudo con sus cordones, sin saber porque sus pensamientos acelerados se tranquilizaron, para dejarlo en un momento de intimidad con ese nudo que parecía tan nuevo y tan viejo a la vez. Con ese nudo que recién ahora trataba de entender, con ese nudo que encontraba imperfecto...

-: ¿qué me molesta? Pensaba sin cambiar de pose, sin prestar atención al bolso que había dejado al costado del pie.¿ por qué hoy? ¿ por qué después de tantos años de hacer lo mismo? ¿ qué tiene este nudo que no tenga yo? ¿qué tiene de malo? Es un nudo común y corriente, universal, que todo el mundo usa, ¡eso es!.

¡No!...¿qué tiene? Es la forma que siempre tuvo, que siempre tendrá... ¿qué me molesta?... ¡ya se! Es el centro del nudo lo que estorba, lo que interrumpe el recorrido.

Entonces... lo raro del nudo es el nudo....

¿cómo seria el nudo sin el nudo?......¡sería perfecto!

Contento de su conclusión, elevó los brazos al cielo y gritó: ¡siiii! ¡el nudo sin el nudo sería perfecto!

La gente que caminaba por la plaza lo miro sin mirarlo, lo escuchó sin escucharlo: ya estaban acostumbrados a los gritos sin sentido, ya estaban acostumbrados a las vulgares verdades universales, ya estaban acostumbrados, sin estarlo, al nudo sin el nudo.

Quizá una sola vez en su vida se había sentido tan desubicado: fue cuando estaba en la secundaria, y en un intento despreocupado y viril trató de desafiar a sus compañeros que eructaban en clase, con una flatulencia: todo el curso abandono el cuchicheo; los que tiraban papelitos dejaron de hacerlo; los que hacían chistes verdes suspendieron el final hasta nuevo aviso; el barullo mismo decidió hacer silencio para dar lugar a la explicación de la profesora, cuando él, apretando los puños, cerrando los ojos y pegando su rodilla derecha al pecho soltó uno de sus pedos más ruidosos, para sonreír, para abrir los ojos en busca de la mirada cómplice de sus compañeros superados, para escuchar su pedo que aún retumbaba, para adquirir conciencia del silencio reinante, para sentir todo su cuerpo acalorado y su cara extremadamente roja, para huir desesperadamente al baño, sin pedir disculpas.

Empezó a sentir otra vez ese calor, ese calor, que ahora subía por su cuello hasta su cara, cuando estaba por pedir perdón, cuando estaba por enmendar un error cometido tiempo atrás, cuando se encontró con su mirada desconcertada, cuando entendió que los años habían pasado y no estaba en un aula, cuando la plaza ya estaba atrás, ya era una anécdota, cuando entendió que no había que pedir perdón, cuando el rojo de su cara no era de vergüenza sino de calor, cuando frenó en un quiosco.

—¡que cara hermano! ¡en que te puedo ayudar?

—un agua mineral, ¡puede ser?

—si, ¿como no?

—muchas gracias

—no, no hay de que, buen día

—gracias, igualmente, hasta luego



No era una bondad forzada de parte de ninguno. Era la práctica la que les había enseñado esa cordialidad de quiosquero y cliente, esa cordialidad que no ahorra palabras y que siempre evita un mal trago, aunque sean desconocidos, aunque quizá nunca se vuelvan a ver.

Retomó la marcha hacia su casa, que estaba a unas ocho cuadras del quiosco.

Sus zapatos negros lustrados el día anterior necesitaban betún nuevamente; tanto andar y andar los había llenado de tierra. Su camisa blanca tenía rastros de uso en el cuello y en los puños; la espalda estaba arrugada por viajar en colectivo, y la transpiración por el contacto prolongado con el asiento de plástico, dejó también su marca. Su imagen no era deplorable; era tan solo el vivo retrato de un trabajador agotado, explotado, y con dignidad, como la mayoría.

En la esquina giró a la izquierda, corrió la manga de su brazo, y miró la hora....

— ¡van a ser las ocho! Exclamó con ansiedad y expectativas, sin saber qué le causaba tanta emoción. Continuó con su andar cansado, y sin darse cuenta detuvo nuevamente su mirada en el reloj. ¿qué es esto? Se dijo para sus adentros. ¡ahh! Es un reloj, casi nuevo. Si, ¡eso es! Para medir el tiempo, para eso sirve. ¿y el tiempo? ¿es nuevo como el reloj? No, ¿como puede ser? Estuvo siempre el tiempo ¿no? ¡Siii! ¿o no? ¿O el tiempo existe desde que se mide? ¿es dios o el tiempo, lo que está desde antes que exista el mundo? ¡cuantas muertes se hubiesen evitado si se hablase del tiempo y no de religiones! ¿o no? ¿cuánto tiempo queda? ¿cuánto faltaba para las ocho? ¿dónde dejé las llaves? ¿cuánto tiempo hace que vivo acá? ¡¡¡¿¿¿qué carajo es el tiempo???!!! Gritó entrando a su casa, dando un portazo, y yendo directamente a la heladera. De pasada por el living, dejó el bolso sobre un sillón maltratado por dios, fue hasta la cocina, abrió la heladera y buscó la comida que había sobrado de la noche anterior, sin saber si había alguien en la casa, sin siquiera preocuparse por saludar. Se sentó a la mesa y dio sus primeros bocados impulsados por la desesperación del estómago vacío, fue calmando su hambre rápidamente, y todas las imágenes del día comenzaron a dar vueltas por su cabeza.... el dije de plata con forma de ocho, él dando discursos sobre la vida, el nudo sin el nudo, el pedo de su adolescencia, el quiosquero, el reloj casi nuevo, el calambre...

¡¡las plantillas!! ¡¡La puta madre que me parió, las plantillas, otra vez me olvidé!! Bueno ya está, dijo, ya tendré más tiempo, cuando por reflejo agarró un proyecto en el que venía trabajando, cuando vio su plato vacío y lo imaginó lleno, cuando sus manos trabajaban sin darle tiempo a pensar, cuando notó la falta de luz, cuando accionó el interruptor, cuando se iluminó el comedor, cuando se atragantó con su saliva, cuando tosió hasta poder respirar normalmente, cuando el reloj dio las ocho, cuando comenzó a dar vueltas y vueltas, cuando comenzó a reír a carcajadas, cuando comenzó a gritar incoherencias, cuando siguió riendo, cuando dijo:

¿esto era el tiempo?

¡¡ESTO ERA EL TIEMPO!! Exclamó con los ojos rebosantes de lágrimas, mirando aún fijamente la cinta de moebius que había hecho con una tira de papel y un poco de cinta Scotch.

martes, 5 de enero de 2010

en mi lecho


Yazgo en mi lecho
(no se si de muerte)

Y en mi organismo
no hay más
que alcohol y tabaco.

Sólo se que no hay peor droga
Que la depresión.

Socava cada aspecto de tu vida,
Y te lleva a esta inercia,
Que parece imposible de romper.