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miércoles, 28 de abril de 2010

angustia

Quizá un poco por cábala, y otro poco por cábala, agarro el anotador para sentarme a escribir. El cuaderno está enyetado creo.


Y, al parecer, yo ando en una mala racha. Es que hace ya un tiempo, demasiado para mi, me invade una angustia terrible.

Creo que sería eso, porque la verdad no estoy seguro de lo que es la angustia para todos. Pero para mi, es sentir el pecho oprimido durante la mayoría del tiempo, de la mayoría de los días, de la mayoría de las semanas.

Es sentir una impotencia terrible.

Es estar encerrado en el cuerpo de uno, sin saber hacia donde ir.

Es tener ganas de llorar todo el tiempo, pero sin saber por qué, sin saber bien por quién.

Es no poder arrancar el día cuando debería, ni poder terminarlo después.

Es la soledad, pero con más gente.

Es estar casi estático, casi inmóvil, como aletargado, esperando la minoría del tiempo, de la minoría de los días, de la minoría de las semanas, donde en la cancha, o en un asado, o en un domingo familiar, o sentado escribiendo, siento que el pecho se me descomprime un poco. Siento como un poco de plenitud. De llenitud.

Siento, en esos momentos, que vale la pena estar acá, en este cuerpo, en esta ciudad y con esta mi gente.

Creo que la angustia es como en esos partidos peleados, que al que le tenés que dar el pase, no se muestra, o camina la cancha en vez de correrla, o no mete.

Y encima, pretende tener razón.